Para más informacion leer el siguiente texto:
Desde los veinte años comprendí que debía colgar del otro lado mis berretines goleadores, porque tenía los pies cuadrados. Así que lejos de protagonizar diagonales imposibles y paredes de fantasía, me dediqué a disfrutar del fútbol de mi amigo ‘Pernales’ por esos campos de Dios, donde a ras de tierra, uno se dejaba la pierna a jirones después de cada tarascada. Aferrado al sueño pelotero que ‘Pernales’ vivía en carne propia y yo hacía mío en la ajena, descubrí el poder de las ondas a través de José María García, un Torquemada que blandía una espada flamígera y que incendiaba las madrugadas a base de denunciar escándalos deportivos y entrevistar a personajes míticos. Al calor de Supergarcía, tuve a bien dar carpetazo a mis pasiones deportivas y poner en ‘modo on’ mi vocación periodística. Con la inestimable ayuda de mis padres y el consejo de algunos buenos amigos, comencé Derecho y después de un año me torcí, de manera definitiva, hasta llegar a la Facultad de Ciencias de la Información. Soñé con ser García. Luego me asomé a la ventana de De la Morena. Y finalmente, apodado ‘el becario atómico’, di con mis huesos en la redacción de un maestro de periodistas, José Joaquín Brotons, que me enseñó todo lo bueno y lo malo que un chaval sin formación, de pueblo y con tanta ilusión como poca cultura, debe conocer. Con el paso de los años, sazoné mi carrera profesional de pequeños éxitos y grandes curas de humildad, destino inevitable para todo aquel periodista que acaba siendo traicionado por su peor enemigo, la soberbia. Después de tres años duros, de travesía del desierto, abandoné la primera línea de fuego y caí en el olvido. Como a Pellegrini, “me fueron” y encontré refugio en la sección de Sociedad, en los informativos de la COPE, donde existe la buena costumbre de recoger a los heridos de guerra.
Ahí, en las duras, fuera de circulación y con la suficiente libertad como para poder desarrollar la profesión al aire libre -repito, libre-, me topé con la inmejorable oportunidad de poder escribir este cuaderno de bitácora, donde no sólo no se practica la censura, sino que se alienta la pluralidad. Durante este tiempo, he disfrutado con la precisión de cirujano de José Sámano y la belleza de los escritos de Eleonora Giovio en El País. Me he apuntado a la lista de lectores asiduos de Julián Redondo en La Razón. He formado parte de esa legión immpenitente de admiradores de Juan Manuel Rodríguez en Libertad Digital, un número uno de la comunicación que merece más crédito y mejor suerte en esta profesión. He disfrutado como un enano con la prosa de Ramón Besa, con el buen hacer de José Miguélez, con la pluma de Alfredo Relaño en su etapa pre-Villarato, con los artículos cargados de épica de Alejandro Delmás, con las joyas de Fermín de la Calle, con el talento de Iván Castelló, con las pinceladas de maestro de Martí Perarnau, con la calidad de los textos de Carlos Marañón, con el esfuerzo de Borja Pardo, con los análisis de Enrique Ortego y con las lecciones literarias de Enric González. Me he descubierto fan de Antoni Daimiel, cada día saboreo más la originalidad de un gurú como Ramón Trecet y me va el olor a radio que transmite Edu García, un genio que no practica el periodismo umbilical. Con Juanma De la Casa ha cobrado dimensión la palabra amigo, de Nacho Ruiz he aprendido qué significa el rigor, de Roberto Morales la fidelidad, de Miguelito la profesionalidad, de Iñaki Cano que el periodismo es una maratón, de María José Navarro que la vida puede ser maravillosa y del inmenso Carlos Fuentes, que la ética y la independencia aún existen en este cochino pero bendito oficio. A todos ellos les pido el más humilde de los perdones por traicionar todo lo que ellos me han enseñado. Hoy, lo siento, voy a tomarme la libertad de denunciar algo que todo el mundo sabe pero que muchos callan.
Desde hace ya algún tiempo, un prestigioso diario deportivo se ha enfrascado en una virulenta campaña de acoso y derribo sobre Pep Guardiola. Desde tiempos inmemoriales, este periódico solía defender la búsqueda de la verdad, se acercaba a la objetividad lo más posible y tenía a bien no tomar partido en cuestiones que fueran más allá de simples puntos de vista deportivos. Hoy el cuento ha cambiado mucho. Su afán vendedor, su ansia de poder y su difama que algo quedará han convertido sus páginas en un concurso de tiro al blanco, donde algunos pseudo-periodistas hacen las veces de francotiradores y apuntan a la sien del entrenador del Barcelona. Son, de manera oficiosa, el Comité de Actividades Anti-Guardiola. Para ellos no es suficiente con desprestigiar a Pellegrini. Tampoco con endiosar a Mourinho. Su meta, de un tiempo a esta parte, consiste en una cacería humana cuyo único propósito estriba en denostar, enmerdar y calumniar a un señor cuyos pecados capitales se resumen en tres: Uno, ser entrenador del mejor equipo de fútbol de la historia a nivel estético; dos, no conceder entrevistas a los periodistas ejerciendo su legítimo derecho a responder única y exlusivamente en ruedas de prensa; y tres, no entrar al trapo de las continuas descalificaciones que recibe, contestando únicamente sobre el terreno de juego. No es nuevo que a Guardiola se le espera, de manera continua, con la escopeta cargada a la vuelta de la esquina. De Pep molesta su tono pausado, sus formas elegantes, su ironía, su desdramatización, su naturalidad e incluso su bendita manía de poner la otra mejilla mientras se le descuartiza sin cuartel.
Guardiola, sin comerlo ni beberlo, se ha convertido en el enemigo público número uno de unos tipos que han confundido sus deseos con la realidad y la Facultad del Euro con la Facultad del Periodismo. Es víctima de asesinos, a sueldo, de reputaciones. No importa que sea el entrenador que haya ganado todo lo que se puede ganar en su primera temporada. Tampoco que tenga una conducta ejemplar. Y por supuesto, no puntúa que sea el técnico que más y mejor labor está desarrollando con la cantera. A Guardiola se le imputa una presunta falsa modestia. Y eso, a los apóstoles del Comité de Actividades Anti-Guardiola, les pone peor cuerpo que a la niña de ‘El Exorcista’ cuando bajaba las escaleras a cuatro patas. Según esta versión periodística que supera los límites del mal gusto, Pep mea colonia y de su uretra privilegiada sale una lluvia dorada que le confiere dotes de “hare krishna”, repartiendo doctrina pandereta en mano. Guardiola, que también se equivoca, se ha equivocado y se equivocará porque no es Dios ni es infalible, despierta los sentimientos más bajos de un periodismo poco acostumbrado a la relfexión. No hay tregua con Pep. Lleva puesta una careta, no es un tío auténtico, es sibilino y es más falso que un euro de madera. Se llama “Guardiolafobia”. La penúltima contra Guardiola, que debió de ser el que se inventó que había bombas de destrucción masiva en Irak, rebasa los límites de lo vergonzoso.
Se acusa a Guardiola -sin pruebas, marca de la casa- de pretender “reírse del fútbol español”. Hasta donde alcanza la información y el sentido común, la película de los hechos fue la siguiente: El Barça, fiel a su costumbre de la temporada, decide viajar el mismo día en avión, a pesar de los problemas de los controladores áreos; Sandro Rosell se pone en contacto con la Federación Española de fútbol; la RFEF le dice al Barça que no hay “pega”, que si no llega a tiempo el partido se puede jugar el domingo y que no perderá los puntos, pero que falta saber qué piensa Osasuna; el equipo navarro exige jugar a la hora prevista y pide a la RFEF que se lo transmita al Barça; el club catalán recibe la llamada de un responsable federativo que les dice que Osasuna quiere jugar y que, si no se presentan en Pamplona, perderán el partido y los puntos correspondientes; el Barcelona, perplejo por la “marcha atrás” de la RFEF, viaja a Zaragoza en AVE y luego en bus a Pamplona; llega al Reyno, el partido comienza con retraso y gana 0-3. Esto es información y no opinión. Esa secuencia de los hechos se interpreta de manera interesada en el ‘Pravda’ oficial del Comité de Actividades Anti-Guardiola. Sin hacerse eco del comunicado oficial del FC Barcelona, la portada reza así: “Un capricho de Guardiola casi hace perder al Barça los puntos”. En interiores, Roberto Gómez firma una columna que se titula “Pep, eres un mentiroso”, cuyas líneas maestras son las siguientes:”Guardiola mintió con premeditación y alevosía cuando acusó a la RFEF de un lío que él se había encargado de montar (…) Mintió cuando dijo que los responsables de AENA le habían dicho que podía volar (…) Y mintió cuando dijo que no había tomado la decisión de no viajar a Pamplona si no era en avión (…) Guardiola tendrá que recibir la reprimenda del fútbol español. Humilló a los profesionales de Osasuna y debería ser castigado por ello”.
De lo escrito por Roberto Gómez – un tío agradable y simpático en las distancias cortas- cabe añadir que nadie le acusó con tanta saña cuando dijo que el fichaje de Zidane era una “milongaza”. Ni cuando bautizó a Ramón Calderón como el “nuevo Kenneddy del madridismo”. Ni cuando pasó de puntillas por las presuntas irrgularidades de Calderón para echarse en los brazos del presidente entrante. O cuando, vamos a decirlo alto y claro, se hace el sueco cuando le hablan de que el presidente del Atlético de Madrid es un delicuente prescrito. De Gómez sólo se puede decir que si Guardiola humilló a los profesionales de Osasuna, él humilla diariamente a los aspirantes a periodistas por su zafiedad a la hora de escribir. Las acusaciones de RG aparecen en la página 11. En la página 12, qué casualidad, se anuncian los cupones correspondientes a la promoción del set de Vino Oficial del Real Madrid, “el regalo perfecto de las Navidades, con bomba de vacío, tapón y sacacorchos”. En la 14, sólo dos más tarde, la bomba de vacío es el titular “Pep se pasa de listo”, el tapón es leer que “el Barça acaba viajando en tren y en autocar ante la imposibilidad de volar” y el sacacorchos llega al final, con la frase “la RFEF prometió la suspensión y luego dio marcha atrás ante la rebelión de Osasuna”. Sí, han leído bien. El mismo medio que demoniza al Barça y sataniza a Guardiola sin piedad, lo reconoce sin ambages: “La RFEF PROMETIÓ LA SUSPENSIÓN Y LUEGO DIO MARCHA ATRÁS”. Si este periódico no miente, si fue la RFEF quien prometió la suspensión y luego dio marcha atrás, la pregunta del millón es: ¿Qué coño tiene que ver Guardiola entonces? Pues, sencillamente, pasaba por ahí.
En la 16, otra que te meto, Aniceto. Entrecomillado de Jorge Pérez, federativo de Villar, claro y conciso: “Fue iniciativa nuestra aplazar el partido”. Acabáramos, “fue iniciativa nuestra”. Así que no fue de Guardiola, vaya hombre, mire usted por dónde. Como las insidias no acaban ahí, el asunto se sigue enmerdando en la página 55, bajo el rimbombante epígrafe “lo dice Marca”. Tribuna abierta del Doctor Bartolomé Beltrán con una frase, sencillamente, hilarante: “La afrenta de Guardiola y sus jugadores había generado una crispación generalizada…”. Ahí queda eso. No fue culpa de la RFEF, sino de Guardiola. No fue un mal entendido, sino una afrenta. Y no fue una afrenta de Guardiola, no, fue también de sus jugadores (¿?). El divulgador científico de “Guía práctica para la mujer embarazada (1983), “Siempre mujer, ante la menopausia” (1988) o “Todo sobre el embarazo” (1994), se cubre de gloria a la hora de atizar a mano abierta al Barcelona pero, las cosas como son, tiene quien le supere. Por ejemplo, el editorial del día, con un título que hace las delicias de cualquier cerebro rapado: “Sólo la firmeza de Osasuna impide que Guardiola se ría del fútbol español”. No dejes que la realidad te estropee una buen titular. Una vez leído y comprobado que al autor le ha quedado ‘niquelado’, chapamos con la contraportada de Miguel Serrano, contra el que no tengo absolutamente nada, cuya hoja de servicios le resultará familiar a los aficionados del Atlético de Madrid.
Este tipo fue el que comparó alegremente al Atlético de Madrid con ‘Almacenes Arias’ al tiempo que identificaba al Madrid de Armani y El Corte Inglés. También se ganó el ‘cariño’ de los atléticos cuando escribió, todo delicadeza, que la gente del Atlético es la afición “autobautizada mejor del mundo”. Ahora la emprende con otro de sus objetivos favoritos, Guardiola. Dice Serrano que “la mano que mece la RFEF no es una mano negra, sino azulgrana”. Ahí queda eso. No me cabe ninguna duda de que Serrano, a buen seguro, tendrá en su poder todas y cada una de las pruebas donde se demuestra no sólo que hay una mano negra en la Federación, sino que también hay una azulgrana que, visto lo visto, adultera la competición. Cuando las haya recopilado y las tenga en su poder, debería publicarlas en su periodico primero y acudir a un Juzgado de Primera Instancia después, porque tan importantes documentos podrían acabar, de una vez y para siempre, con la podredumbre de una competición de la que él sabe cosas que el resto desconocemos. No tengo ninguna duda, repito, de que Serrano llevará esto a cabo, porque de lo contrario corre el riesgo de que el Fútbol Club Barcelona se reserve el derecho a emprender acciones legales contra insinuaciones de tal calibre. Hay más: “En este país sólo hay dos tipos de personas que pueden pasarse por el forro las normas y quedar impunes: los controladores aéreos y Pep Guardiola”. Serrano entiende que es más objetivo echarle la culpa a Guardiola de todo, antes que escribir que la RFEF ha funcionado en este asunto como una sucursal de 13 Rue del Percebe, con todos los respetos para los entrañables personajes del tebeo. Se aplica, a rajatabla, el fuego a discrección contra Guardiola. Es la enésima ocasión en que este periódico realiza un linchamiento consentido y público de Guardiola, al que le niegan el pan y la sal. El terrorismo se ha puesto de moda en el periodismo deportivo y los que llevan pasamontañas tienen el objetivo cada día más claro: No importa que Guardiola gane, que de lecciones, que sea un magnífico entrenador, que sea ejemplar o que gane seis títulos de una tacada. Vende más tirotearle, sin piedad y sin pruebas, con eso de que mea colonia, que es un engreído, un vanidoso y ahora, que quiere “reírse del fútbol español”.
Santiago Segurola -periodista, éste sí- escribía una deliciosa crónica del Madrid-Valencia en las dos primeras páginas del diario. Es terrorífico comprobar, día sí y otro también, que sus imprescindibles artículos resultan un oasis en mitad de un páramo de valores morales. Aún recuerdo que cuando fichó por este medio de comunicación, se bautizó su llegada como la contratación del “Michael Jordan del periodismo español”. Creo que Santi, a quien no conozco de nada pero admiro en todo, se aleja del perfil jordanesco y está más cerca del talento impecable de Pep Guardiola. Eso sí, teclado en mano, SS se asemeja al brasileño Sócrates. Aquel doctor en democracia y pelota tenía un lema: “Hay que ser blando con las personas y duro con los problemas”. Eso es lo que aplica, magistralmente, Segurola. Y eso, precisamente eso, es lo que necesita este periodismo deportivo que se ha vuelto rosa, nauseabundo, especulador, grosero y de barra de bar. Este periodismo de nuestras entretelas, que ha cambiado la devoción por el euro, que ha prostituído la búsqueda de la verdad por los índices de audiencia, necesita más ejemplos de etiqueta negra. Más personas que fijen y den esplendor a un deporte convertido en negocio, donde las bajas pasiones no pueden primar sobre las reflexiones.
Este fútbol y este periodismo necesitan una catársis profunda. Ser Pep Guardiola, en estos tiempos que corren de seguidismo y puñaladas traperas, es peligroso pero admirable. Ser Santi Segurola, en este periodismo de intereses económicos y campañas orquestadas, es tan raro como digno. Será que ser genuíno, ser uno mismo, no tener patrón y tener una escala de valores propios, no se lleva. En lo que a mi respecta, hace tiempo que soy consciente de que escribir la verdad puede ser sínónimo de perder el trabajo y quedarte en la calle. Y en la calle, digámoslo bien alto, hace mucho frío. Pero quien pone precio a su dignidad, acaba perdiendo su dignidad. Así que, de una vez por todas, quitemos las caretas a los fariseos. Basta de periodismo carroñero, de tertulianos groseros y de opiniones teledirigidas. No veo a Pep como Nobel de La Paz, pero sí creo que el fútbol necesita más Guardiolas. Y este periodismo, más Segurolas.
Rubén Uría / Eurosport
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Fuente: http://www.anti-marca.com/de-guardiola-a-segurola-articulo-increible/
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